viernes, 25 de septiembre de 2020


 

 "El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador."

                                                                  C.G.Jung


   Al leer esta cita del psicólogo suizo uno se pregunta si es realmente correcto aquel planteamiento del tema y cómo a partir de este puede ser explicado el fenómeno de tortura masiva en la época de las dictaduras latinoamericanas. Se tomará esta cita como tesis para analizarla y tratar de responder si es cierto el planteamiento de Jung.


   Analizando la primera parte de la cita, se puede decir que es cierta si se considera a un hombre sano desde el punto de vista de la psicología biológica humana. Sobre la base de los instintos, cualquier especie de animales sociales, incluyendo a los humanos, está programada para el mejor rendimiento de la comunidad, ya que en base a la colaboración de individuos se logra la supervivencia y prosperidad de toda la especie. La tortura va directamente en contra de este principio biológico esencial, ya que involucra el daño y deterioro físico y psicológico de otro individuo de la misma especie fuera del contexto de la competencia. Es decir, el acto de tortura biológicamente termina dañando a toda la especie. De esto se desprende que, para que un hombre, en un principio psicológicamente sano, llegue a torturar a otro, debe haber un cambio radical en su pensamiento. Este proceso consistirá en la deshumanización integral de un individuo con el fin de que se convierta en un torturador.


  Pasando a la segunda parte de la cita y guiándose por el sentido literal de la tortura física, se puede decir que la práctica de la tortura hacia un hombre, como herramienta para que este se convierta en un torturador, realmente ha existido en la época de las dictaduras civico-militares en Uruguay (1973-85) y en Argentina (1976-83). Sin embargo, no hay evidencias de la aplicación masiva de aquel método y las cifras de las torturas realizadas durante este periodo no se comparan con las vagas evidencias de su uso.


   Entonces, ¿Por qué se puede decir que la formación de un torturador es un proceso de tortura? Para entender de mejor manera a lo que se refiere Jung con esta cita, es necesario volver a la deshumanización del individuo. Tras haber realizado un análisis breve de la concepción y funcionamiento de la tortura, se puede deducir que este acto consiste justamente en la deshumanización de la víctima con algún fin, el cual en este caso será la formación de un torturador. A continuación se explicará por qué el proceso de formación de un torturador involucra una deshumanización.  


   Ya se aclaró por qué la tortura no es una característica de algo humano desde el punto de vista biológico, por lo que ahora se tomará la concepción del ser humano desde el punto de vista filosófico y psicológico. Rene Descartes ha planteado “Pienso, luego existo”. En esta concepción del ser humano, el proceso de reflexión y pensamiento toma el lugar principal. En contraparte, todo lo que se aleja de estos procesos no se considera como algo propio del ser humano. Precisamente, esto es lo que ocurre en el contexto de la formación de un torturador. El instrumento fundamental y primario en este proceso es el adoctrinamiento y la creación de un sistema de pensamientos que se instalan en la mente del futuro torturador. Este sistema de pensamientos se caracteriza por su exactitud, la división del mundo en blanco y negro, la creación del enemigo (los grupos que van contra el Estado) y el objetivo absoluto (la seguridad nacional y el orden). Al haber envuelto la mente del futuro torturador en esta forma clausurada de ver el mundo, este pierde la capacidad propia de razonar y de pensar fuera del sistema predeterminado. Por ende, se evidencia una deshumanización desde el punto de vista filosófico. 


   Una vez traspasado este punto de la pérdida de la capacidad de razonamiento humano, ocurre la deshumanización desde el punto de vista moral. Algo humano desde este punto de vista es algo que coincide con los principios morales. Debido a que el individuo ya no posee la capacidad de razonar de un modo suficientemente autónomo, se facilita el último paso en su conversión a un torturador. Sus pensamientos y convicciones ya están dictados por un factor externo, y a raíz de esto, sus acciones también pueden ser determinadas por la autoridad. Entonces, si las acciones requeridas van en contra de los principios morales básicos, como por ejemplo el no dañar al prójimo en el caso de la tortura, el individuo traspasará estas reglas y perderá su humanidad moral. 


   Concluyendo todo lo dicho anteriormente, se puede apreciar que Jung tiene razón al decir que es el torturado, y no el hombre sano, quien se vuelve un torturador. Esto se debe a que, entendiendo a la tortura como un acto de la deshumanización de su víctima, el proceso de la formación de un torturador encaja justamente con esta definición. Este consiste en una deshumanización integral del individuo, viéndolo desde el lado biológico, filosófico y moral y por tanto, también es una tortura.


Gleb Mikhurinskii


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