jueves, 24 de septiembre de 2020

 

La muerte, martirio y consuelo para dos

 

¿Cada vez que alguien piensa en la muerte sentirá el mismo escalofrío a lo largo de la columna? Este es de esos temas que atormentan a la humanidad desde que sabemos que existe y es complicado de hablarlo en casi cualquier contexto. La muerte es el fin de nuestras oportunidades, sentimientos y tiempo. Le tememos, la evitamos hasta el punto de poder ser corrompidos totalmente por el hecho de no morir. ¿En qué situación alguna persona preferiría eso antes que seguir? O aún más, ¿en qué situación podría tranquilizarte el hecho de que vas a morir? Claramente estos son dilemas, situaciones sin una decisión totalmente buena. Uno de los escenarios que se me ocurren para esto es al momento de ser torturado, que suele ser la típica respuesta a “¿qué será peor que la muerte?” Escenario que es muy bien abordado por Mario Benedetti en su obra Pedro y el Capitán. Sin embargo, creo que este tipo de situaciones crea un dilema que es compartido tanto por el torturador como por el torturado, junto con el miedo y la tranquilidad de morir.

 La posición del torturado es algo más fácil de imaginar, pero no por ello menos cruda. El miedo surge al momento de tener a alguien en total control de tu situación y dispuesto a hacerte sufrir de cualquier manera posible para conseguir algo de información de ti. Temer a morir es lo que ha llevado a tanta gente a confesar y revelar información, temer que tu vida no vuelva a ser la misma, temer no volver a ver a tus seres queridos y que sus amenazas se hagan realidad es más que suficiente para que una persona se quiebre y quiera hablar. Sin embargo, ¿después qué, te dejarán tranquilo? ¿Volverás a tu vida normal sabiendo que estás ahí gracias a la muerte de otros? ¿Qué valoras más, tu vida o la de tus seres queridos? Bajo esta presión, estrés y sufrimiento es en el que se genera el claro dilema de vivir a costa de confesar y todas sus implicaciones o sufrir hasta morir por tus seres queridos y valores. Un escenario que nos plantea muy bien Benedetti en su obra Pedro y el Capitán, donde su personaje principal finalmente, frente a este dilema, decide morir. “No es teatro capitán. Estoy muerto. No sabe qué tranquilidad me vino cuando supe que estaba muerto. Por eso ahora no me importa que me apliquen electricidad, o me sumerjan en la mierda, o me tengan de plantón, o me revienten los huevos. No me importa porque estoy muerto y eso da una gran serenidad, y hasta una gran alegría. ¿No ve que estoy contento?” (Benedetti, pág. 53) Es en este momento en que eso que antes lo atormentaba termina resultando su consuelo y salvación. De esta forma consigue liberarse del dilema, y no tan solo crear una barrera entre él y el torturador como plantea Benedetti, sino que, pasarle el dilema al propio torturador.

Por el otro lado de la vereda tenemos al torturador. Esta es otra persona que, por motivos diferentes, ha sido llevada a su límite. Estas personas viven de la muerte y no precisamente de la suya. Dentro de la sala están en total control de la situación y de la muerte de la otra persona. No le tiene miedo porque sabe que la domina y usa eso a su favor. Sabe que amenazar contra la vida de la otra persona lo llevará al límite y esto lo tranquiliza. Viéndolo de esta manera, la relación del torturador con la muerte podría tomar el camino opuesto al del torturado e incluso más largo. En un principio él trabaja con ella, la usa para amenazar, quiere derrotar a su enemigo y usa a la muerte como una aliada para ello. ¿De dónde surge el miedo para el torturador entonces? Este comienza a aparecer cuando sale de la sala de tortura. Ya no es él el que está en control de la situación, sino que su familia y sus superiores al decidir qué piensan de él o qué hacer con él y su familia. Es en este momento cuando le invaden las mismas preguntas al torturador. ¿Después qué, te dejarán tranquilo? ¿Volverás a tu vida normal sabiendo que estás ahí gracias a la muerte de otros? ¿Qué valoras más, tu vida o la de tus seres queridos? Cuando esto ocurre empieza el miedo en la muerte, pero en la muerte prematura del torturado sin dejarlo cumplir su objetivo de obtener información, como nos deja ver Benedetti. “Pedro, usted ya está muerto y yo también. (…) ya no hay posible retroceso. Estoy entrampado. Si yo le dijera que no puedo abandonar esto (…). Si no lo dejo es porque tengo miedo. Pueden hacer conmigo lo mismo que (…) hacemos con usted.” (Benedetti, pág. 86) Acá nos deja ver claramente cómo los papeles se invierten y el torturador pasa al papel de torturado, con la diferencia que ya no puede volver a ver la muerte como una amiga. “Usted puede aguantarlo, porque tiene en qué creer, tiene a qué asirse. Yo no.” (Benedetti, pág. 86). Y es aquí, sin redención alguna cuando se le plantea el dilema al torturador. Seguir haciendo su trabajo deshumanizado, sin propósito, odiado por sus cercanos o pasar por lo mismo que pasó todo el resto de gente que torturó para finalmente morir.

Para concluir, podríamos decir que la muerte juega un rol fundamental dentro del contexto de la tortura. Sirve como motor de los dilemas que se les presentan al torturador y al torturado además de tranquilizar y martirizar a ambos, a pesar de que pasen por caminos realmente diferentes.

 

 

José González



Bibliografía

Benedetti, M. (s.f.). Pedro y el Capitán. Buenos Aires: Ediciones la Cueva.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Desconocerse para conocerse mediante la escritura Y a veces, al escribir, limpiamos todo, como si de ese modo avanzáramos hacia algún lado...