La mayoría de los latinoamericanos adultos hemos oído hablar del acto de tortura o de represión alguna vez, principalmente debido a las varías dictaduras que hubo por el periodo del siglo XX. Por alguna razón cultural y sociopolítica es que ocurrieron muchas torturas, que, movidas por el contexto político, formaron parte de un aspecto relativamente común para la época. Viéndolo desde otro contexto histórico, si actualmente nos ponemos a pensar en ese término, la mayoría lo aprecia como un acto malo, innecesario y sin justificación alguna. Sin embargo para mantenerse en un plano objetivo dejaremos como definición de tortura actual, la establecida por el “Alto Comisionado para los Derechos Humanos”; “A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término "tortura" todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, ...”
En cuanto a la finalidad del acto, en esos mismos documentos se habla de que con la tortura pueden perseguirse tres grandes objetivos y que podrían clasificar la tortura en tres tipos. En primer lugar, la tortura represiva, la que busca imponer un castigo por algún delito que se ha cometido. En segundo lugar, la tortura indagatoria, la que persigue la “verdad” sobre algo. Una verdad que puede a su vez consistir en una información sobre algo que se presupone importante para determinados objetivos de los poderes públicos o en una confesión de haber realizado algún acto criminal que se considera necesaria para hacer justicia. En tercer lugar, existe la tortura intimidatoria, la que haciéndose pública o al menos socialmente conocida, se espera inhibir en las personas determinados comportamientos considerados negativos. Dichas definiciones podrían ser pertinentes parcialmente para las torturas en las dictaduras de Latinoamérica.
A lo largo de la historia el mero significado de “tortura” se ha mantenido, pero variando de acuerdo al contexto político en el que se manifiesta. Así mismo como antes del siglo XVIII se “clasificaban” los seres humanos, para considerarlos como “torturables”, o no, también ocurre en el contexto de dictadura. Históricamente irán fluctuando los que son considerados “torturables”, y también se reducirán, pero la distinción se mantendrá hasta fines del siglo XVIII.
Desde muy pronto hemos sabido que quien es digno no debe ser torturado, porque implica un castigo injusto para él, porque supone tratarlo como un objeto. En lo que se ha basado la tortura en dictadura es en el modo de entender la dignidad y en los sujetos a los que asignársela. Y esto es clave a la hora de entender la ética de la tortura. Antiguamente cuando se comenzó a discernir entre delitos, para destacar algunos que eran vistos como especialmente terribles, que, de alguna manera dejaban al acusado como alguien sin dignidad, se permitía torturar a estos. Podemos decir que el crimen más destacado que incluso perdura en el tiempo, pero recibiendo permutaciones, ha sido el de traición, aunque variará el contenido del mismo: primero se destacó la traición a las grandes autoridades, traición a Dios (significando asesinatos o robo de alma) y en el siglo XX en dictaduras, la traición a la “patria” (Pongo patria entre comillas porque aunque la dictadura puede ser parte del País, dudo si considerarlo como parte de la patria).
A partir de lo anterior se puede saber las razones históricas y sociopolíticas de la tortura en las dictaduras, pero también es necesario establecer el significado de una persona digna y como este varía respecto a el contexto histórico y el cambio sociocultural de la sociedad. La dignidad está relacionada con la excelencia, la gravedad y el decoro de las personas en su manera de comportarse. Del Latín dignitas, un sujeto que se comporta con dignidad es alguien de elevada moral, sentido ético y acciones honrosas. Entonces si desglosamos esto en el ámbito de la dictadura, los torturadores eran principalmente militares. Dentro de la escuela militar se instauran valores y aseveraciones que marcan y que cambian radicalmente a las personas. Dentro de estos valores y afirmaciones destaca el defender con tu vida la patria. La traición convierte a un miembro del cuerpo inmediatamente en un enemigo. Un militar es entrenado física y psicológicamente para la guerra. En dictadura militar el poder del gobierno, es tomado a la fuerza y cualquier oposición a esta patria, considerados como sujetos o acciones no dignas, se verá reprimida.
En conclusión los orígenes de la tortura en dictadura militar se remontan desde antes del siglo XVIII y ambas persiguen un fin parecido, pero alterado en el contexto político y sociocultural, en el cual la perspectiva valórica del torturador militar puede ser totalmente contraria al resto de la sociedad.
Matías Marín

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