lunes, 28 de septiembre de 2020

 

Literatura y compromiso

"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir" Cuadernos de Lanzarote. José Saramago.

 Dentro del gran número de conflictos sociales y políticos a través del siglo XX en el mundo, nos encontramos con hechos que ocurrieron casi que simultáneamente, como las dictaduras en Latinoamérica.  Algunas más largas que otras, pero todas se resumen en lo mismo, una alteración a la estabilidad sociopolítica de un país a la fuerza y un atropello sistemático a los derechos humanos básicos de los ciudadanos, como la censura o la tortura. Ante la violencia y la crisis surgieron varias respuestas artísticas con el compromiso de generar conciencia y pensamiento crítico, como la literatura y las obras de teatro, pues las manifestaciones artísticas, si bien no son expresiones de un proceso que implique acciones jurídicas o responsabilizantes, son escenario de transmisión de sentidos y develación de relatos, manifestaciones de lo no nombrado y lo no dicho[i]. “Pedro y el Capitán” (1979) de Mario Benedetti es un excelente ejemplo de esto, pues esta obra de teatro es una denuncia a la tortura[ii] y refleja así un compromiso con la memoria.

 En esta obra de teatro, Benedetti nos presenta aun dialogo entre torturador y torturado. La narración se lleva a cabo en una sala de interrogación donde el Capitán intenta extraerle información a Pedro, después de que este haya sido torturado físicamente. 

 A pesar de no narrar las escenas de tortura física, se nos presenta claramente al principio de cada escena la evolución esta, pues a medida que avanza la obra, el Pedro que nos presentan al principio, parece cada vez más lejano e irreconocible.  Lo que se nos expone muy claramente es la tortura psicológica a la que fue expuesto Pedro, como muchos presos políticos que sufrieron de humillación, manipulación, suplicio y tormento con tal de obtener información y de destruir por completo la identidad del prisionero.  Es así como esta obra cumple como denuncia, pues a través de la representación de un acto ilegal que atenta contra los derechos humanos, se convierte en acto de advertencia a la ciudadanía sobre algo que es irregular o ilegal.  

Lo particular de la obra de Benedetti, es que no es una denuncia a alguien o a un gobierno concreto, la reducción de elementos descriptivos del los personajes y del ambiente resalta y enfatiza simplemente el dialogo entre el torturador y el torturado, lo que tiene como consecuencia que la obra tenga una clase de proyección universal, que el relato sea aplicable no solo a todas las dictaduras latinoamericanas, sino a casi cualquier conflicto político en que se busque “domesticar” a la sociedad. También nos presenta a hombres de carne y hueso, no personajes que se pueden clasificar fácilmente como buenos y malos, muestra seres humanos que por diversas circunstancias han llegado a ser lo que son. Aquí queda expuesta la intensión de reflexión que quiere generar el autor, haciéndonos pensar sobre las circunstancias que llevan a alguien normal a actuar de manera extrema, nos hace preguntarnos si cualquiera o peor si nosotros mismos seriamos igual de proclives a hacer lo mismos. Pues como bien se menciona en “Las estrategias de un preso: Pedro y el Capitán, de Mario Benedetti” (Ernesto Lucero Sánchez):  La parte más aterradora del verdugo es su semejanza potencial con nosotros mismos”

A través de la exposición de una situación histórica, más específicamente de una denuncia a la tortura y de una intención reflexiva, de despertar la conciencia crítica del lector no solo ante la represión, sino a su propia vida, queda en evidencia el compromiso con la memoria, pues el objetivo es preservar la trascendencia de los hechos que inspiraron la obra y sobre todo de generar un aprendizaje.

A partir de esta obra, “Pedro y el capitán” queda clara la importancia del arte, en este caso de la literatura, a nuestro alrededor ya que cumple con el compromiso no solo de ser un registro de lo que nos rodea, sino también de preservarlo y fomentar el pensamiento crítico con este. Como bien aclara Jaques Rancière la experiencia del arte no es pasiva-contemplativa, sino que a través de la mirada del hecho artístico se tiene el poder de asociar y disociar, construir y reconstruir, significar y resignificar nuestra experiencia del mundo. Como vemos, el arte por sus características es una herramienta fundamental para la denuncia y la transformación social.[iii]

Ana María Rengifo Riaño





[i] Villa Gómez, J. D. y Avendaño Ramírez, M. (julio-diciembre, 2017). Arte y memoria: expresiones de resistencia y transformaciones subjetivas frente a la violencia política. Revista Colombiana de Ciencias Sociales, 8(2), pp. 502-535. DOI: http://dx.doi.org/10.21501/22161201.2207

 

[ii] se tomará la definición que propone Naciones Unidas:
A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término «tortura» todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en
el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. (1987, Parte I, artículo 1)

 

[iii] Capasso, V. (2018). Lo político en el arte. Un aporte desde la teoría de Jacques Rancière. Estudios de Filosofía, 58, 215–235.

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