La literatura de los hijos
Los títulos de la novela “Formas de volver a
casa”, escrito por Alejandro Zambra y publicada el 2011, parecen cuidadosamente
selectos. Me llamo particularmente la atención el tercer capítulo, nombrado “literatura
de los hijos”
Entendemos por “literatura de los
hijos” las obras producidas por una generación de autores que vivieron su
infancia o adolescencia en una crisis política, en una dictadura. La académica
Lorena Amaro acuñó la expresión «literatura de los hijos» para describir esa
tendencia, que no es sólo chilena, sino también argentina y uruguaya, entre
otros países que sufrieron los rigores dictatoriales[i].
Las obras de la generación de los hijos son, en general, obras fragmentadas: se
componen de capítulos cortos, las temporalidades y los enunciadores cambian de
repente y a menudo, igual que podemos ver a lo largo de “Formas de volver a
casa”. Se nos presenta un camino errático que emprende la memoria o los
pensamientos de los personajes que son bastante inestables social y
psicológicamente, esta fragmentación rompe la linealidad del relato y la
ilusión representativa impidiendo así al lector dejarse llevar por la historia
contada. El nombre ha entrado en debate, pues con la expresión “hijos de la
dictadura” se asume como si hubieran sido parte o tomados en cuenta durante
esta, sin embrago, como transmiten a través de sus obras, muchas veces el
sentimiento de ser “personajes secundarios” fue el que predominó.
Generalmente nos presentan esta literatura
como una auto ficción, ya que es una clase de reconstrucción de la memoria
entre lo íntimo y lo político. Inevitablemente lo autobiográfico va a tener un
fuerte peso, pues estos autores si bien tenían lucidez y conciencia, no se
llegaban a entender lo que ocurría. Hay una permanente sensación de estar fuera
de lugar, de formar parte de un universo borroso cuyas leyes se ignora, de estar
rodeado de signos (los de la guerrilla clandestina, por ejemplo) que no sabe
interpretar. Es por eso, que la “literatura de los hijos” se puede entender
como un intento de rellenar los huecos que dejaron los silencios, las
confusiones, los hechos borrosos, son fragmentos de ideas e imágenes sociales y
culturales, una serie de capas de sentido y de significaciones que permiten
acceder al pasado, pero siempre de modo incompleto y mediado. Por lo mismo, la
memoria es entendida y construida, por estos autores, como un proceso y no como
un acontecimiento[ii]. Son
relatos donde narradores se hacen cargo como pueden de lo que vieron a medias o
introdujeron. Podríamos decir de hecho, que los autores no escriben sobre la
dictadura en sí, sino que la dictadura se cuela en sus relatos, de la misma
manera que se cuela inevitablemente en el presente de Chile.
No es una autobiografía propiamente como tal,
pero podemos ver claramente una problematización entre lo real y lo ficticio.
De esta manera ilustra las ambigüedades e inseguridades de la época, los
sentimientos encontrados respecto a las decisiones políticas de las personas cercanas
a su alrededor, el difícil equilibrio entre el amor y la incondicionalidad ilustra
también lo incomodo, conflictivo y difícil de tratar este tema sin
apasionamientos.
Es por esto, que sigue muy vigente, sobre todo
en el actual contexto nacional, ya que esta generación de autores tiene una
mirada crítica particular de lo que fue la transición a la democracia. Y
también porque en sus obras vemos reflejadas problemáticas que continúan hasta
hoy en día, como la inclusión de los niños y adolescentes en la discusión
política.
Seguramente todos hemos escuchado
alguna vez, que es mejor no incluir a los más pequeños en temas de política,
porque es un tema muy complejo para que comprendan y para proteger su
inocencia. Sin embargo, en mi opinión, el presente que estamos viviendo nos ha
enseñado, que es mejor hacerlos parte de la conversación y que no es malo una
inclusión temprana en la comprensión de la política, pues son agentes de cambio
importantes y al fin y al cabo sus vidas igual se verán afectadas por las decisiones.
Excluirlos, que sería lo contrario a esto, puede generar más tarde poca
participación ciudadana, desinterés e incluso ignorancia. Sería bueno motivarlos
a conectarse con la realidad y sobre todo, motivarlos a dar su opinión y a
debatir de forma respetuosa, así que hay que aprender a hablar y a quitarnos
poco a poco ese impedimento, esa máscara que oculta la incomodidad de explicar
a los niños complejas problemáticas que ocurren a su alrededor. El incluirlos y
darles la oportunidad de comprender su alrededor, los estamos haciendo
participes de la historia, son más personajes principales y al no sentirse
aislados, son menos personajes secundarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario