lunes, 26 de octubre de 2020

   

La literatura de los hijos



«La diferencia de la literatura de hijos tiene que ver con rescatar otros afectos: esta generación no aborda el pasado solo desde el homenaje, sino también cuestionando, interpelando. Surge algo más afilado. Una aproximación más incómoda que en otras narrativas» (Alia Trabucco)

   Los títulos de la novela “Formas de volver a casa”, escrito por Alejandro Zambra y publicada el 2011, parecen cuidadosamente selectos. Me llamo particularmente la atención el tercer capítulo, nombrado “literatura de los hijos”

  Entendemos por “literatura de los hijos” las obras producidas por una generación de autores que vivieron su infancia o adolescencia en una crisis política, en una dictadura. La académica Lorena Amaro acuñó la expresión «literatura de los hijos» para describir esa tendencia, que no es sólo chilena, sino también argentina y uruguaya, entre otros países que sufrieron los rigores dictatoriales[i]. Las obras de la generación de los hijos son, en general, obras fragmentadas: se componen de capítulos cortos, las temporalidades y los enunciadores cambian de repente y a menudo, igual que podemos ver a lo largo de “Formas de volver a casa”. Se nos presenta un camino errático que emprende la memoria o los pensamientos de los personajes que son bastante inestables social y psicológicamente, esta fragmentación rompe la linealidad del relato y la ilusión representativa impidiendo así al lector dejarse llevar por la historia contada. El nombre ha entrado en debate, pues con la expresión “hijos de la dictadura” se asume como si hubieran sido parte o tomados en cuenta durante esta, sin embrago, como transmiten a través de sus obras, muchas veces el sentimiento de ser “personajes secundarios” fue el que predominó.

  Generalmente nos presentan esta literatura como una auto ficción, ya que es una clase de reconstrucción de la memoria entre lo íntimo y lo político. Inevitablemente lo autobiográfico va a tener un fuerte peso, pues estos autores si bien tenían lucidez y conciencia, no se llegaban a entender lo que ocurría. Hay una permanente sensación de estar fuera de lugar, de formar parte de un universo borroso cuyas leyes se ignora, de estar rodeado de signos (los de la guerrilla clandestina, por ejemplo) que no sabe interpretar. Es por eso, que la “literatura de los hijos” se puede entender como un intento de rellenar los huecos que dejaron los silencios, las confusiones, los hechos borrosos, son fragmentos de ideas e imágenes sociales y culturales, una serie de capas de sentido y de significaciones que permiten acceder al pasado, pero siempre de modo incompleto y mediado. Por lo mismo, la memoria es entendida y construida, por estos autores, como un proceso y no como un acontecimiento[ii]. Son relatos donde narradores se hacen cargo como pueden de lo que vieron a medias o introdujeron. Podríamos decir de hecho, que los autores no escriben sobre la dictadura en sí, sino que la dictadura se cuela en sus relatos, de la misma manera que se cuela inevitablemente en el presente de Chile.

  No es una autobiografía propiamente como tal, pero podemos ver claramente una problematización entre lo real y lo ficticio. De esta manera ilustra las ambigüedades e inseguridades de la época, los sentimientos encontrados respecto a las decisiones políticas de las personas cercanas a su alrededor, el difícil equilibrio entre el amor y la incondicionalidad ilustra también lo incomodo, conflictivo y difícil de tratar este tema sin apasionamientos.

  Es por esto, que sigue muy vigente, sobre todo en el actual contexto nacional, ya que esta generación de autores tiene una mirada crítica particular de lo que fue la transición a la democracia. Y también porque en sus obras vemos reflejadas problemáticas que continúan hasta hoy en día, como la inclusión de los niños y adolescentes en la discusión política.

  Seguramente todos hemos escuchado alguna vez, que es mejor no incluir a los más pequeños en temas de política, porque es un tema muy complejo para que comprendan y para proteger su inocencia. Sin embargo, en mi opinión, el presente que estamos viviendo nos ha enseñado, que es mejor hacerlos parte de la conversación y que no es malo una inclusión temprana en la comprensión de la política, pues son agentes de cambio importantes y al fin y al cabo sus vidas igual se verán afectadas por las decisiones. Excluirlos, que sería lo contrario a esto, puede generar más tarde poca participación ciudadana, desinterés e incluso ignorancia. Sería bueno motivarlos a conectarse con la realidad y sobre todo, motivarlos a dar su opinión y a debatir de forma respetuosa, así que hay que aprender a hablar y a quitarnos poco a poco ese impedimento, esa máscara que oculta la incomodidad de explicar a los niños complejas problemáticas que ocurren a su alrededor. El incluirlos y darles la oportunidad de comprender su alrededor, los estamos haciendo participes de la historia, son más personajes principales y al no sentirse aislados, son menos personajes secundarios.


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