El deseo, la sexualidad y el melodrama como discurso crítico social y político en “Tengo miedo torero”, de Pedro Lemebel y “Formas de volver a casa”, de Alejandro Zambra.
“Tengo miedo torero” (2001), es la primera novela del poeta y artista chileno, Pedro Lemebel. La novela se presenta con un lenguaje difícil de encasillar en una sola categoría, siendo este, una mezcla entre poesía, diario de vida, teatro y tragedia. Es destacable, la capacidad del autor para escribir una pieza con una crítica social tan fuerte, pero sin ser un libro que consta únicamente de un conjunto de datos empíricos, sino una novela ficticia única.
Por el lado de “Formas de volver a casa” (2011), esta es una de las varias novelas del reconocido poeta y novelista chileno, Alejandro Zambra. Tal como en “Tengo miedo torero”, esta obra se nos presenta con un lenguaje particular con la capacidad de marcar, en términos generales, dos esferas narrativas dentro de la novela. Un juego dicotómico de las dos personalidades del personaje (o bien, del autor) marcan discursivamente el trasfondo de crítica política y social en la novela. “Mientras el país se caía a pedazos nosotros aprendíamos a hablar, a caminar, a doblar las servilletas en forma de barcos, de aviones”
El discurso sobre ser parte, ser personaje de la novela, involucra directamente a la experiencia, las historias familiares, las noticias y los encuentros sexuales son los principales puntos, donde encontramos las más íntimas reflexiones y críticas en ambas novelas.
En “Formas de volver a casa”, el discurso narrativo va dirigido a la torpeza de escribir sobre uno mismo, pero simultáneamente, esta resulta ser una suerte de crítica amarga a la dictadura y la soledad de la represión política. En cierta medida, es la lingüística de esta novela un acercamiento a los más íntimos pensamientos del personaje (o del autor). En esta narración que parece prosa, donde ser un personaje, o bien, escribir un libro, es un peso que hay que cargar, un medio inequívoco para dar conocimiento de la memoria y dejar huellas de una clara crítica política a la censura, la soledad y el apagón cultural de la época.
“Y a veces, al escribir, limpiamos todo, como si de ese modo avanzáramos hacia algún lado. Deberíamos simplemente describir esos ruidos, esas manchas en la memoria. Esa selección arbitraria, nada más. Por eso mentimos tanto, al final. Por eso un libro es siempre el reverso de otro libro inmenso y raro. Un libro ilegible y genuino que traducimos, que traicionamos por el hábito de una prosa pasable.”
El encuadre de ambas personalidades en “Formas de volver a casa” -El niño que vivió las atrocidades del régimen y contantemente desea recordar, a través de un relato tipo diario de vida, y el adulto que es incapaz de recordad y hacer cuenta de los errores, mediante un relato con suerte de prosa, con poesías entre medio- es un juego que no deja de sorprender por su carácter dicotómico, que nos demuestra la íntegra y versátil habilidad de argumentar.
Por el lado de “Tengo miedo torero”, Lemebel también logra matizar dos polos opuestos y dos críticas en un mismo relato. Un relato que no se sabe si es una obra teatral, un íntimo diario de vida o una prosa libre. El dictador y la loca del frente, quienes se entrecruzan, juntan miradas desapercibidas, se siguen, se buscan pero, fundamentalmente, buscan matarse el uno al otro. El relato de ambos personajes nos muestra, también, esta esencia de crítica sociopolítica versátil, que a través de la pena, rabia, odio, amor y fantasías estos personajes conviven, el amor y la expresión fluyen, sin dejar de lado, en ningún caso, el miedo, la represión y por sobre todo, la dictadura en pie. “Sería más fácil partir, dejando quizás un pequeño charco de llanto, una mínima poza de aguada tristeza que ninguna CNI pudiera identificar. Porque las lágrimas de las locas no tenían identificación, ni color, ni sabor, ni regaban ningún jardín de ilusiones”.
Sin dejar atrás, el carácter fundamentalmente romántico de la novela, un romance delictual bañado en charcos de lágrimas y sangre; locuras y desaventuras que generan esta particular atmósfera amorosa heterosexual entre la Loca y Carlos. La Loca, un personaje con una predisposición innata a amar con locura, a disfrutar del romance y la pasión, la fuerza del deseo. “Como si el pedal de esa lengua marucha se obstinara en nombrarlo, llamándolo, lamiéndolo, saboreando esas sílabas, mascando ese nombre, llenándose toda con ese Carlos tan profundo, tan amplio ese nombre para quedarse toda suspiro, arropada entre la C y la A de ese Carlos que iluminaba con su presencia toda la casa”.
Con una impecable sutileza, ambas novelas lideran con su crítica social, una intencionalidad de carácter político, donde la sexualidad, la experiencia, la memoria, el dolor y la pasión superan al miedo y la desesperanza. Novelas alejadas de ser una crítica dura con datos a la dictadura -como la gran mayoría de las novelas aisladas en el tópico dictatorial- estas presentan la capacidad de narrar más allá del mero deber social a generar una instancia de reflexión y crítica política, más bien, estas revelan la parte más íntima y dura de una dictadura, con una impecable lingüística tentada a contraponerse, que no deja nada más que desear de ambos relatos.
Martina Roessler IVC
Querida Martina, me encanta que como punto de partida para este comentario repares en el uso del lenguaje que hacen dos de los autores chilenos que hemos estudiado. Recurso que ambos manejan magistralmente, consiguiendo interesantes efectos en nosotros sus lectores. Muy buena toda la reflexión que haces desde el elemento lingüístico hasta los temas que recorren en sus respectivas novelas con sus muy particulares estilos. Las citas muy bien elegidas.
ResponderEliminarClaudia Mery