lunes, 19 de octubre de 2020

Los escépticos vuelan, pero la literatura como forma de protesta política queda

Hoy en día, especialmente en nuestro país, está muy en boga el expresar el descontento hacia el gobierno de turno y/o el sistema socioeconómico imperante en el país mediante las marchas. Podríamos definir a una marcha de protesta, como aquella aglomeración de personas que se juntan para realizar un trayecto, mientras expresan su descontento por medio de pancartas, cánticos y otras expresiones artísticas. Este tipo de manifestaciones pueden resultar muy efectivas para generar un cambio. A modo de ejemplo, basta con analizar los sucesos de octubre de 2019 para concluir tal aseveración. Sin embargo, existen otras vías para expresar el descontento respecto a la situación política de los países. Una de ellas es la literatura. A diferencia de la historia, la literatura posee como elemento fundamental la ficción. Pese a no contener hechos totalmente reales, esto no le resta valor como un método de protesta. Al contrario, permite ciertas cosas, que, una multitudinaria marcha no logra. De aquí en adelante, se tratará de ilustrar aquellas características de la literatura que la convierten en un efectivo método de protesta.

En primer término, está la ficción inherente a la literatura. Al no ser un relato completamente fidedigno con la realidad, el autor se puede dar licencias al momento de pronunciarse sobre la situación política. En comparación al historiador, lo importante no es el contenido fáctico, sino el mensaje que el autor pretende transmitir con el relato. Esto permite que la literatura pueda proporcionar una narración más cercana respecto a lo ocurrido. Así, se puede hacer más efectiva la llegada del mensaje al lector, sin necesidad de tener que inventar una historia totalmente nueva y desconectada de la situación ocupada para mostrar descontento, por ejemplo. En su narración “Tengo miedo torero”, el chileno Pedro Lemebel cuenta la historia de un homosexual que accidentalmente termina por inmiscuirse dentro del grupo encargado de realizar un ataque terrorista contra el dictador Pinochet. En su relato, Lemebel también retrata la tensión y el temor presentes en la sociedad chilena de 1986 a raíz de la situación política. A ciencia cierta, no se sabe con precisión las diligencias internas del grupo terrorista para llevar a cabo el atentado. Sin embargo, esta situación creada por el autor, donde el protagonista participa indirectamente del atentado, consigue transmitir el clima de tensión y la situación de ciertas minorías sexuales en el Chile de aquella época. Por tanto, lo preponderante no era ser exacto con las gestiones internas del grupo terrorista, sino transmitir, mediante la ficción, la seria situación política del país en aquellos tiempos.

En segundo lugar, la literatura posibilita “poner sobre la mesa” ciertos temas controversiales a nivel político. En las dictaduras latinoamericanas, como ya se mencionó, se persiguió a los detractores de los gobiernos, y a muchos, se les torturó. Ya sea porque de por sí la tortura es un tema sensible de tratar, o porque existe falta de registros, la tortura es un tema tabú en nuestra sociedad. Imaginarse una situación de tortura es difícil de por sí, e imaginarse lo que un torturado o torturador puede sentir al momento de la tortura es casi imposible. No obstante, en su obra “Pedro y el Capitán”, el autor uruguayo Mario Benedetti permite formarse una imagen de una hipotética situación de tortura.  Mediante una situación inventada por el escritor, Benedetti logra ilustrar cómo se lleva a cabo un interrogatorio post-tortura física. Al mismo tiempo, uno se percata de cómo los personajes interiorizan esta situación de tortura y las emociones que afloran con el desarrollo de la historia. Si Benedetti no se hubiera atrevido a escribir una obra ficticia con relación a la tortura, esta inhumana situación sería aún más lejana, y con esta obra, sólo reafirma la idea de que la tortura es inhumana por donde se le mire. El mero hecho de intentar retratar, mediante la ficción, una situación de esa naturaleza ya trae a la palestra el tópico de la tortura, y con esto, logra denunciar las ocasiones de tortura llevadas a cabo por las dictaduras latinoamericanas, algo que solamente con registros históricos, no se podría conseguir como lo hace Benedetti.

Por último, la literatura queda marcada de una manera u otra en el tiempo y el espacio. Hay un proverbio latino que dice que “las palabras vuelan, pero lo escrito queda”[1]. En este caso, no se refiere necesariamente a mantenerse escrito en un papel, sino a quedarse impregnado en el imaginario de las personas. La literatura provee historias. Largas, cortas, entretenidas, aburridas, verosímiles o inverosímiles. Da lo mismo. Al momento de leer, el lector se introduce en el libro, y se impregna de este relato. Cada uno a su manera. Si un autor pretende expresar su malestar respecto a la situación política en un libro sutil o evidentemente, está de Perogrullo que el lector va a captar en mayor o menor medida el mensaje del autor, por lo que, independiente el pensamiento político del lector, el autor logra manifestarse en contra de cierta situación. O sea, la literatura es un vehículo para manifestar el descontento en el ámbito político, ya que, el lector va a entrar en contacto con ese sentimiento del autor expresado en una historia.

En conclusión, la literatura es un efectivo método de protesta político, debido a que logra transmitir el sentimiento de descontento, pese a modificar en cierto modo la historia real para fines literarios. También, porque permite denunciar ciertos temas que de otra forma sería bien difícil de discutir, como la tortura, y, ya que, de una u otra forma, logra hacer llegar al lector, el sentimiento de descontento del autor. Si alguien todavía continúa dudando de la efectividad de la literatura como método de protesta político, pregúntense por qué tanto la Corona Española como los regímenes totalitarios soviético y nazi llevaron a cabo la censura de ciertos libros dentro de sus territorios. No fue precisamente porque ocuparan espacio en los estantes.


Juan Pablo Cardemil M.



[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Verba_volant_scripta_manent#:~:text=Verba%20volant%2C%20scr%C4%ABpta%20m%C4%81nent%20es,vuelan%2C%20lo%20escrito%20queda%22.&text=En%20espa%C3%B1ol%20se%20dice%3A%20lo,se%20las%20lleva%20el%20viento.

1 comentario:

  1. Tal como planteas Juan Pablo, la literatura siempre ha sido un poderoso medio para disentir, para protestar y para denunciar. En muchas situaciones podríamos decir que se convierte en la voz de los sin voz; en los ojos de los que no pueden ver o simplemente no quieren ver. En nuestra América Latina son muchos los autores que a través de sus páginas se han atrevido a revelarnos abusos de distinta índole y muchos de ellos debieron pagar un alto precio por su osadía.
    ¡Excelente reflexión!
    Claudia Mery

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