jueves, 15 de octubre de 2020

¡Sé el personaje secundario, cambia el futuro!

¿La intención de un autor siempre esta explicitada en sus obras? ¿Se le es fácil al lector identificar el tema principal o el mensaje que se quiere transmitir? El debate está dividido, pues en el mundo de la literatura es posible encontrar de todo; desde una novela que con el título te presenta la trama de esta, hasta novelas donde la ambigüedad predomina y se crea una dinámica especial entre autor-lector, donde este último se vuelve partícipe de la misma obra, pudiendo interpretar cada hecho que ocurre en bases a sus propias conclusiones luego terminada la lectura. Esto es lo que hace tan característica a la literatura, pues permite expresarse sin tener que decir ni mostrar todo explícito (bastante útil sobre todo en tiempos de dictadura al momento de censurar),  algo así como esconder algo evidente en palabras cuestionables.

En este caso, hay un fragmento de la novela Formas de volver a casa de Alejandro Zambra que nos sirve de ejemplo:

“Cuando grande voy a ser un personaje secundario, le dice un niño a su padre.

Por qué.

Por qué qué.

Por qué quieres ser un personaje secundario.

Porque la novela es tuya.”

 A simple vista e incluso luego de haber concluido la lectura, el chiste es confuso, pero si prestamos atención a la idea de “personaje secundario”  que tanto repite el autor dentro de la novela más el contexto histórico de la misma, el paisaje se vuelve cada vez más claro.

 Formas de volver a casa nos relata la niñez en el Chile de 1970, plena dictadura con Augusto Pinochet al mando. Un acontecer bastante fuerte y triste a los ojos de los más pequeños, pero que aun así , Zambra sabe manejar sutilmente al no enfocarse en el niño viviendo la dictadura como tal sino más bien permitiéndole verla través de sus padres, interpretando así un papel secundario y manteniendo a los padres/adultos como personajes principales.

El niño no solo interpreta este papel, sino que también pasa a un segundo plano, donde se da cuenta que como niños ellos no son tan importantes y que hay cosas que no pueden entender más solo pueden observar; la figura de Pinochet como alguien que interrumpe la programación en las mejores partes, el que ocupen el término viejo comunista con tono burlesco, que si es grave ser comunista, etc. En este sentido el niño recalca que la novela es y siempre ha sido de los padres, dando a entender que la historia de la dictadura les pertenece a ellos, ellos quienes mataban o eran muertos, y ellos quienes presenciaban de primera fuente como se caía a pedazos el país.

Mientras toda la historia sucedía y los padres tenían que vivir con ella, los niños aprendían a hablar, a caminar, a doblar las servilletas de diferentes formas para obtener figuras y a desaparecer en su segundo plano.

Lo esencial e importante de este papel secundario, sin duda es que va evolucionando en el tiempo haciéndose cada vez más inexistente la brecha entre protagonistas (padres/adultos) y personajes secundarios (ya siendo jóvenes y no niños). Si bien, sigue habiendo este cruce de mundos donde el joven reconoce que es un personaje secundario, este ya no le tiene rencor, por el contrario, es bastante valioso ser uno de ellos ya que lo asimila con los personajes secundarios de las novelas del colegio, donde por muy “inoperantes” que estos puedan ser para la trama sí constituían un puntaje seguro en las pruebas, y mientras ellos caminan con sus pesados libros por las calles, estas mismas los recibían con bombas lacrimógenas, acercándolos a lo que sería presenciar el acontecer histórico pero nunca viviéndolo.

Ahora, el personaje secundario es quien acompaña al protagonista, lo apoya, lo ayuda y está ahí para él, sin robarse el crédito ya que el foco siempre permanece en el protagonista. La historia circula en torno a él. Por esto, no es casualidad que la interacción es entre un “niño” y su padre y no un “hijo”, “joven”, “muchacho” y su padre.

Tampoco es casualidad que la frase siendo dicha especialmente por un niño, sea “cuando grande voy a ser”, porque esto da a entender que de niño en la dictadura, él no podía hacer mucho más que mirar, pero ya de grande se puede desenvolver por completo en su papel y ya habiendo comprendido lo ocurrido en su infancia, puede ayudar y luchar por el protagonista. De hecho en la misma novela el joven al hablar de Pinochet primero exclama que lo veía solo como un personaje de televisión (siendo niño solo observa y no comprende) y tiempo después lo odia por hijo de puta y por asesino (ya de mayor comprende quien es esta figura, reconoce lo que hizo y no titubea en llamarlo así).

Llevando esta relación protagonistas/padres-personajes secundarios/hijos a la vida real, esta se desarrolla igual en la actualidad en Chile, donde si bien la historia no nos pertenece como tal, sí podemos actuar como entes de cambio en base a lo que vivieron nuestros padres ; luchando por lo que creemos correcto, manifestándonos frente a las injusticias, alzando la voz por quienes ya no pueden, denunciando los abusos de poder y torturas, y  recriminando todo tipo de  violación hacia los derechos humanos. Todo esto siempre recordando que la historia no comenzó con nosotros y por eso mismo tenemos el deber de no dejar que se repita, protegiendo y memorando a nuestros protagonistas, quienes luego de vivir todo de primera fuente esperan que sus hijas e hijos sigan luchando  fuerte para que cuando ellos sean las y los protagonistas, sus descendientes también sean personajes secundarios, repitiendo así siempre el ciclo, no viendo este término como algo negativo, más bien como una oportunidad de crecer haciendo memoria, creando cada vez un futuro mejor donde en algún momento podamos todos ser protagonistas libres.





                                                                                                 Antonia Pizarro Sánchez


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Desconocerse para conocerse mediante la escritura Y a veces, al escribir, limpiamos todo, como si de ese modo avanzáramos hacia algún lado...