lunes, 5 de octubre de 2020

Zambra, ¿un Velázquez de la literatura del siglo XXI?

 


Alejandro Zambra se ha posicionado en las últimas dos décadas como uno de los escritores chilenos más consagrados de la escena literaria nacional e internacional. Entre sus obras más destacadas encontramos Bonsái (2006), La vida privada de los árboles (2007) y Formas de volver a casa (2011). En ésta última, Zambra nos cuenta la historia de un protagonista que intenta plasmar sus recuerdos de infancia en un libro mediante la memoria. La gracia del libro estriba en el tratamiento en dos niveles que realiza Zambra. El primero corresponde a un protagonista viviendo en los años 2000 mientras escribe una novela, el plano “real”. El otro dice relación con las memorias de éste de finales de los ’80, las cuales son plasmadas en esta novela que escribe el mismo protagonista, el plano “meta-diegético”. Precisamente, en Formas de volver a casa Zambra menciona al célebre cuadro Las Meninas del pintor español Diego Velásquez. Observable en: “Me pareció inquietante ver esos libros ahí, […], flanqueado por afiches con escenas de caza y una gastada reproducción de “Las Meninas”” (Zambra, 2011, página 38)[1] Pero ¿qué tiene que ver esta pintura de 1656 con la novela de Zambra? Para responder a esta pregunta, se van a seguir los siguientes pasos. En primer lugar, se analizará el cuadro de Velásquez, para así poderlo entender. Una vez realizado esto, se establecerá la relación entre Las Meninas y Formas de volver a casa, para así poder comprender el por qué de su mención en la novela de Zambra.

Las Meninas de Diego Velázquez es un cuadro de 1656 que nos muestra a la infanta Margarita (hija de Felipe IV) siendo atendida por un grupo de servidoras palaciegas (meninas), mientras a su lado, el mismísimo Velázquez, trabajaba en un lienzo.[2] También es importante considerar el espejo que se encuentra en el segundo plano del cuadro. Allí aparecen reflejados Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta. Éstos parecen estar observando cómo su hija está siendo servida por las meninas.[3] El tratamiento que le da Velázquez al espejo es peculiar. En la pintura, los reyes aparecen representados no como parte de la escena pintada (el servicio de las meninas a la infanta), sino como espectadores de ésta desde el espejo. Se puede notar que tanto la infanta como sus meninas y Velázquez desvían la mirada hacia el espectador del cuadro. Se podría interpretar que sus acciones podían ser perturbadas, sólo si la pareja real entraba para inspeccionar la situación, lo cual ocurre si se considera al espejo. A mayor abundamiento, el reflejo de la pareja real en el espejo viene a respaldar la idea de que el cuadro Las Meninas es una puesta en pintura de lo que era la visión de Felipe IV y Mariana de Austria de esta situación con su hija. Sin embargo, al ponerlos reflejados en el espejo sin haberlos pintado en la escena de la pintura, nos deja entrever que Velázquez hace un juego con el espectador, obligándolo a entrar a la escena con las meninas, ya que, las personas de la pintura le miran fijamente pensando que los espectadores son los reyes y no una persona que observa este cuadro. Por tanto, Velázquez juega con los planos del espejo y la escena pintada, para así hacer parte al espectador de esta situación con las meninas y el Velázquez representado. En otras palabras, Velázquez difumina el límite entre el plano real y el del espectador de la pintura, al obligarlo a entrar en la escena.

Las Meninas guarda una estrecha relación con la novela de Zambra. En este cuadro, el pintor español se pinta a sí mismo siendo interrumpido, mientras trabajaba en un lienzo. Este hecho podría ser catalogado como “meta-pictórico”, ya que, la pintura Las Meninas nos muestra a un pintor realizando otra pintura. O sea, es una pintura, que, entre otras cosas, trata del proceso creativo de un pintor. Con Formas de volver a casa ocurre lo mismo. Zambra presenta a un protagonista que reflexiona respecto al proceso de cómo plasmar sus memorias en una novela en uno de los planos, mientras en el otro, nos va mostrando los resultados de este proceso creativo (extractos de esta novela escrita por el protagonista). Por ende, Zambra también muestra en su novela a un creador en pleno proceso de creación, sólo que, en vez de la pintura, ocupa a la literatura.

El otro aspecto que poseen en común es el de involucrar al receptor de la creación artística en ésta misma. Mientras Velázquez introduce al observador mediante el juego con el espejo y las miradas de los personajes, Zambra hace apreciar al lector los cambios que existen entre los planos “real” y “meta-diegético” de la novela. Un ejemplo son las ligeras modificaciones referentes al contexto de una conversación entre el protagonista y su madre sobre un libro de Carla Guelfenbein.[4] Con esto, Zambra hace parte al lector del proceso creativo de escribir una novela y lo que esto involucra, que, en este caso, fue el afectar un recuerdo de la realidad con adiciones del protagonista de acuerdo con cómo él le gustaría que esta novela estuviese escrita. O sea, Zambra nos hace parte de su novela mediante la apreciación de variaciones que realiza entre los planos “real” y “meta-diegético” de la novela.

En conclusión, Zambra hace alusión directa al cuadro Las Meninas de Diego Velázquez, ya que, éste último es un precedente de lo que lleva a cabo Zambra en su novela.  Mientras Velázquez retrata a un pintor en pleno proceso de pintura, Zambra muestra a un escritor en proceso de escritura. Asimismo, ambos logran que sus respectivos receptores sean partícipes de su obra creativa, ya sea mediante un juego con un espejo y las miradas de las personas pintadas (Velázquez), o, a través de la deliberada modificación de detalles sobre una misma historia en dos planos distintos, uno “real” y otro “meta-diegético” (Zambra).

Juan Pablo Cardemil M.



[2] https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/las-meninas/9fdc7800-9ade-48b0-ab8b-edee94ea877f

[3] https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/las-meninas/9fdc7800-9ade-48b0-ab8b-edee94ea877f

1 comentario:

  1. Esta intertextualidad y juego de espejos que comentas entre Las meninas y Formas de volver a casa nos dejan desafían como lectores y hacen que nuestro rol cobre mayor relevancia, requiere de la permanente reactivación del pacto lector-escritor.
    Muy interesante lo que expones y nos hace tomar nuevamente conciencia de la genialidad de Velásquez y del acierto de Zambra al recrear su estrategia.

    Claudia Mery

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