por Amalia Barros
Lo que ocurrió el 7 de septiembre de 1986 no es un misterio para nadie, pero aparte del resultado del atentado, no sabemos mucho más. Como buscando esclarecer un pasado incierto, Lemebel nos sitúa en lo que pudo haber sido este contexto y nos adentra en la intimidad de dos personajes opuestos; un travesti enamorado; La Loca del frente, y el dictador Augusto Pinochet.
Con
una pluma aguda e irónica, Lemebel va tejiendo esta historia no oficial, esta
historia íntima y no contada. Para esto utiliza la lengua marucha, un lenguaje
propio que le permite abarcar de lleno la experiencia de amar a un hombre
siendo hombre, expresar esa sensibilidad. La lengua marucha nos sitúa en la
marginalidad del protagonista y nos ayuda a comprenderla mejor. Con palabras de
uso tradicionalmente peyorativo hacia los homosexuales como maricón y cola, la
Loca del Frente se adueña de su marginalidad y se instala desde ésta;
desplazando así la heteronormatividad y creando nuevos territorios de la
palabra.
Otro
recurso que consigue que este relato sea intimista es la superposición de
distintos tipos de discursos, como letras de boleros y bandas radiales. “Entonces
ellos le cortaban la inspiración cambiando el dial, sintonizando ese horror de
noticias. COOPERATIVA ESTÁ
LLAMANDO: VIOLENTOS INCIDENTES Y BARRICADAS SE REGISTRAN EN ESTE MOMENTO EN LA
ALAMEDA BERNARDO O´HIGGINS.” (Lemebel, 2001,
página 14). El hecho de que repentinamente nos encontremos con un noticiero de
la Radio Cooperativa, nos devuelve al contexto “real” del relato y le da credibilidad.
Además, deja entrever un poco la cotidianidad de la Loca del Frente, nos
permite escabullirnos en su casa, en su cocina y escuchar las cosas que solo
ella escucha. A medida que avanza la novela, sutil y delicadamente Lemebel hace
que nos demos cuenta del cambio de actitud de la protagonista frente a la
contingencia política: ya no le molesta escuchar la Radio Cooperativa, incluso
lo encuentra interesante.
Las
letras de boleros, por otra parte, le dan el toque cursi y recargado
característico de Lemebel. Es como si escucháramos permanente a la Loca del
Frente tararear sus canciones favoritas. Esto lo hace todo mucho más vívido y
nos ayuda a sentirnos próximos a los personajes y al entorno. Otra cosa que me llamó la atención es cómo el
autor les otorga una carga política a estas aparentemente inocentes canciones
de amor, politizando así lo kitsch de
la cultura popular “(..) y como dice Carlos: Todos los seres humanos somos
iguales y merecemos respeto. Y apretando el paquete del mantel bajo el brazo,
sintió nuevamente y por segunda vez en ese día una oleada de dignidad que la
hacía levantar la cabeza, y mirarlo todo al mismo nivel de sus murciélagos
ojos. Por
eso fue/ que me viste tan tranquila/ caminar serenamente/ bajo un cielo más que
azul.” (Lemebel, 2001, página 66).
Un poco antes de este fragmento, nuestra protagonista dejaba plantada a la
señora Catita y no le entregaba el mantel que le había encargado. Con gran
maestría, Lemebel politiza y le da sentido a esta acción aparentemente
insignificante. No, no solo era la señora Catita, era la señora Catita, esposa
de un general. Y no, no era un mantel cualquiera, era el mantel que usarían en
el aniversario del 11 de septiembre. Como mencioné anteriormente, es a través
de estos distintos tipos de discursos presentes en el relato que podemos ver
cómo aflora la conciencia política de la Loca. Fue esta oleada de dignidad que
sintió cuando no entregó el mantel lo que hizo que caminara serenamente “bajo
un cielo más que azul”.
Por
último, me gustaría adentrarme en el uso de la voz ventrílocua. Este tejido de
voces no solo nos otorga múltiples perspectivas de la historia, sino que
también penetra profundamente en la psiquis y emocionalidad de los personajes,
particularmente en las de Loca del Frente y del dictador Augusto Pinochet (a
continuación me centraré en este último). Al asumir la voz del dictador, la voz
ventrílocua expone “las contradicciones entre el poder y la intimidad de
quienes lo detentan” (López, 2005, Tengo
miedo torero, de Pedro Lemebel: ruptura y testimonio). Destapa la el día a
día de Augusto Pinochet, que en la intimidad de su casa no es el sangriento
dictador, sino que es un hombre cobarde y empequeñecido que no es capaz de
hacerle frente a su mujer. La voz ventrílocua se transforma en una voz
impertinente que se inmiscuye en los temores y angustias más íntimas del
dictador, como el día del atentado y cuando nadie fue a su cumpleaños número
diez. A lo largo de la novela, Lemebel logra que la voz de “Augustito” y de la
Loca se mezclen y cuenten una historia, sin dejar de lado la individualidad y
particularidad de cada una.
En
definitiva, recomiendo esta novela a todo aquel que disfrute de una historia
bien contada y que se atreva a imaginar lo que pudo haber sido.
Fuentes
López,
Berta (2005) Tengo miedo torero, de Pedro
Lemebel: ruptura y testimonio
Muy interesante tu comentario Amalia. Me gustó mucho cómo incorporaste los textos críticos que abordamos, entregando tu propia mirada al respecto. Ciertamente es una novela muy recomendable.
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