por Matilde Vergara
En Formas
de volver a casa, Alejandro Zambra no solo expone
el proceso de aceptar el pasado y las acciones o roles de otros en él, sino de ir
descubriendo la infancia bajo la mirada del yo presente.
En el
primer capítulo, Zambra narra algunos pasajes de la infancia en dictadura de un
niño en Maipú. Es decir, narra la infancia en dictadura desde el punto de vista
todavía infantil. En el segundo capítulo, Zambra se adentra a la autoconciencia,
rasgo de la metaficción que expresa las preocupaciones del escritor
respecto a su rol y su escritura, ya que narra las dificultades de escribir esta
novela a través de un diario personal sobre su vida “real”. En el tercer
capítulo, se entrelazan estas dos perspectivas, la del niño supuestamente ficticio
que ahora se nos presenta como adulto, y la del autor. Finalmente, en la cuarta
parte vemos como los dos protagonistas, Eme y el autor, se relacionan e
identifican a sí mismos en la novela, Eme con Claudia, y el autor con Raúl.
La
estructura de la novela nos permite acompañar al niño mientras crece,
reflexiona e intenta comprender, y al autor mientras crece, reflexiona, intenta
comprender y comunica.
Así, lo
que quiero destacar de esta novela es la interrelación entre nuestro pasado,
presente y futuro. Cómo la infancia afecta a la identidad futura y cómo la
identidad presente puede cambiar cómo vemos nuestra infancia.
El
mismo autor expresa cómo siente que “entonces [los niños eran] justamente eso,
personajes secundarios” (2011, p.28). En su futuro esto lleva a su mentalidad
de “es bueno no saber, esperar nada más” (p.80). Esto no solo se debe a que,
desde pequeño, no estuvo al tanto por lo que su país estaba pasando y lo que su
familia opinaba, también es debido a la diferencia que nota en comparación con
el pasado de otras familias que sufrieron pérdidas de cualquier tipo y ya en el
presente, por haber descubierto que sus padres no estaban en desacuerdo con la
dictadura, mentalidad que él no entendía ni compartía.
Acá
vemos representado cómo el ser un personaje secundario, sin ninguna agencia
sobre las situaciones que vive ni sobre cómo los más cercanos a él opinan o
reaccionan, dan a paso a una construcción de uno mismo aprensiva al cambio y al
enfrentamiento con su pasado, al cual antes no le había dado importancia.
El
deseo por la construcción de uno mismo hecha por uno mismo lleva así también a
la autoexpresión. Con esto, no me refiero al hecho de que el autor escriba una
novela con elementos autobiográficos, sino al derecho que sienten por aprender
sobre su pasado y poder construir una opinión por sí mismos.
Esto
se ve reflejado además a través de la historia de Claudia, hija de Roberto, el
cual debía fingir ser su tío Raúl por medidas de seguridad ya que escondía gente
que estaba en peligro. En esta historia sobre todo podemos ver el efecto que
las vidas y decisiones de los padres durante la dictadura, durante la época en
que ellos fueron los personajes principales, tienen en sus hijos y en su camino
a la adultez. Claudia, a diferencia de nuestro protagonista, viene de una
familia con muertos y dolor. Esto la lleva a relacionarse más cercanamente con
la dictadura, aunque no tenga toda la verdad o no logre comprender. Es por eso
que, para ella, “la década de los noventa fue el tiempo de las preguntas”
(p.58), la década donde “buscaba su lugar en esa historia” (p.58). A diferencia
del autor, que más que buscar su lugar, busca a través de la reflexión, su opinión
y su identidad política frente a estos hechos, la posibilidad de ser algo más
que un niño, algo más que lo que su padre es (p.19). Pero ambos tienen algo en
común: preguntan “para llenar un vacío” (p.58).
Así,
ambos personajes secundarios ya no quieren estar “a salvo de la historia”
(p.82), ya que entienden que “recuperar las escenas de los personajes secundarios”
(p.61) lleva a la construcción de su yo presente. Del yo que al fin logra
entender un tiempo tumultuoso y cómo fueron moldeados por las acciones de otros
para, ya sea desentrañarse de este molde o aceptarlo. Para tener la libertad de
decidir su identidad y de expresarla sin remordimientos, ya que finalmente
entienden que hay distintas formas de llenar ese vacío, hay distintas formas de
ver el mundo (y que estas ya no dependen de sus padres o figuras autoritarias),
que hay distintas formas de volver a casa. Y eso los hace personajes
principales de su propia historia.
Matilde, hiciste una interesante reflexión sobre cómo desde una mirada de adultos resignificamos nuestro pasado y develamos la forma en que hubiésemos querido que sucedieran las cosas.
ResponderEliminarClaudia Mery