viernes, 24 de septiembre de 2021

Tengo miedo torero: una novela que resucita la marginalidad y represión en dictadura

Tengo miedo torero: una novela que resucita la marginalidad y represión en dictadura  

Tengo miedo torero, los sueños y pesadillas de un país 

por Laura Wielandt


Pedro Lemebel fue escritor y cronista chileno. Sus escritos y obras abordan temas de la marginalidad chilena y tengo miedo torero no es la excepción. El año 2001 publicó lo que sería una novela extraordinaria que toma lugar en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet y narra una historia de amor imposible en tiempos del fallido atentado contra Augusto Pinochet ocurrido el 7 de septiembre de 1986. 

Tengo Miedo Torero es una lectura fresca, escrita con bastante ironía y sarcasmo en la que se aluden temas asociados a realidades más profundas de la vida cultural, social y política Chilena de los años 80. Se aluden estos temas desde la representación de marginalidad y de las problemáticas de la comunidad homosexual en la dictadura hasta las constantes protestas, la violencia de los Carabineros de Chile que reprendían a los manifestantes y los anuncios de Radio Cooperativa, quien realizó hazañas importantes de radiodifusión opositora a la dictadura militar.


La marginalidad y las problemáticas de la comunidad homosexual en la dictadura se observan desde un principio con nuestra protagonista “La loca del frente”, quien al avanzar la historia muestra una variedad de matices y recursos culturales, expresivos, lingüísticos  

para exponer las distintas facetas de la protagonista, ingenua, querible y vulnerable, avasallante y dependiente, luchadora e incomprendida. Pero nuestra Loca claramente no está sola…


 “Un maripozuelo de cejas fruncidas que llegó preguntando si se arrendaba ese escombro terremoteado de la esquina” (Lemebel, 2001).


Carlos, opositor de la dictadura y objeto de deseo y obsesión de la loca. Ambos se adentran a la resistencia y desarrollan un amor clandestino e imposible a través de la lectura. Este amor aborda la clandestinidad y la represión desde una doble perspectiva, la política y la sexual. Ambas perspectivas se manifiestan desde el poder contra los opositores a la dictadura y contra las minorías que desafiaban los cánones y los estándares más tradicionales.


Sin embargo, Lemebel nos entrega con su particular estilo un escenario completo de todo lo mencionado anteriormente. Lemebel da como producto un collage en que se encuentra reunida una mezcla surtida de hechos policiales, las constantes protestas, la violencia ejercida por miembros policiales del Estado, paisajes sociales, políticos y culturales de la época, un atentado contra Pinochet, anécdotas de niñez de los personajes, que nos acercan  más a una pequeña explicación de la personalidad del dictador o de los abusos realizados hacia la loca en su constante marginalidad de infancia, canciones populares como las “Canciones cebolla” o “canciones de radio AM”, como se dirían coloquialmente. De ellas se sirve Lemebel, para construir la personalidad de la Loca del Frente. Continuamos también con dichos, refranes, escenas del Cajón del Maipo, en la intimidad del Matrimonio de Augusto Pinochet y Lucia Hiriart, poblaciones de Santiago, el litoral central y las memorables figuras del mantel de la playa que cierra el ciclo de esta extraordinaria historia.


Para finalizar, considero a esta novela imprescindible para cualquier persona chilena. Trata asuntos que no son menores y que no deben olvidarse. Son parte importantísima de nuestra cultura “Chilensis”. Como dijo Jose Saramago “hay que recuperar, mantener y transmitir memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia”.



Fuentes 


Lemebel, Pedro (2001) Tengo mIedo torero, de Pedro Lemebel

La Tinta (2020) Tengo miedo torero, los sueños y pesadillas de un País 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

La revolución del marginado: Pedro Lemebel


por Antonia Gutiérrez


La novela Tengo miedo, torero’, del autor chileno Pedro Lemebel fue publicada en 2001, en Santiago de Chile. Lemebel nació en 1952, en Santiago. Fue un escritor, cronista, activista homosexual y artista plástico que realizó sus estudios en la Universidad de Chile, egresando con un título de profesor de artes plásticas. Algo elemental de su identidad fue utilizar el travestismo como denuncia política de las injusticias sociales, vivencias muy cercanas a él, especialmente en su niñez, debido a la crianza en una familia pobre. A pesar de todas las dificultades existentes, logró ser uno de los autores chilenos más controversiales y exitosos del último tiempo. Sus primeros acercamientos a la literatura fueron a inicios de los años 80 en talleres literarios, donde comenzó a escribir cuentos. 

En el intento de ejercer como profesor de artes en liceos, su expresión artística y de género fue rechazada reiteradamente, hasta que finalmente logra integrarse a un grupo de intelectuales, principalmente escritoras feministas de izquierda. En lo político, su ingreso al comunismo también fue rechazado, puesto que su homosexualidad tampoco fue recibida de manera positiva.

En 1986, participó en la reunión de los partidos de izquierda en la Estación Mapocho, donde leyó su manifiesto “Hablo por mi diferencia”. En éste, denuncia las dificultades que se le han presentado en la vida por ser homosexual, a través de un lenguaje sin filtro, provocativo y resentido. Es aquí donde la discriminación vivida por él resuena en cada de las obras que produce, en las cuales se observa como se apropia de un lenguaje autodenigratorio e irónico sobre si mismo, para luego empoderarse y atacar a aquellas personas que lo convirtieron en víctima.

En su primera y única novela ‘Tengo miedo, Torero', aborda los temas de marginalidad de disidencias sexuales en la política y sociedad chilena durante la dictadura a través de la protagonista, la Loca del Frente, quien sufre discriminaciones constantemente. La novela está situada en Santiago de Chile, en el año 1986, durante la dictadura de Pinochet. La Loca del Frente es un homosexual travesti que conoce a Carlos, un joven estudiante quien pertenece al Frente Patriótico Manuel Rodriguez y organiza un atentado en contra del dictador. 

Entre ellos se inicia una relación con mucha importancia para ambos, pero con distintos fines. La Loca se enamora de Carlos, mientras él usa su casa como escondite para sus planes revolucionarios. 

La relación entre Carlos y la Loca está directamente relacionada con la revolución y la marginalización, es decir, la resistencia contra la dictadura efectuada por Carlos mediante el atentado, y la discriminación y marginalización de la Loca del Frente. 

La relación entre ambos se inicia a partir del favor que Carlos le pide a ella. Cuando la Loca accede a recibir las cajas del joven en su casa, la Loca se involucra en el movimiento guerrillero sin intención de hacerlo, debido a que su vulnerabilidad la llevó a ser víctima una vez más del aprovechamiento de los demás. La relación está marcada por distintos momentos claves y se va construyendo sobre la situación del atentado y la resistencia contra la dictadura. Por ejemplo, cuando Carlos la invita a un picnic en el Cajón del Maipo supuestamente para pasar tiempo juntos, la Loca cree que hay un interés amoroso. Sin embargo, Carlos necesitaba estudiar el camino que tomaba Pinochet para aportar información para el atentado.

A medida que progresa la historia, la Loca se va enterando de los planes y decide ayudar a Carlos, mostrando que ella está dispuesta a participar de la revolución política, producto de su cariño hacia Carlos (que representa la resistencia) y como un acto de lucha contra su marginalización.

Luego del fallido atentado del Frente Patriótico Manuel Rodríguez contra el dictador, también se produce una ruptura en la relación entre Carlos y la Loca, debido a que el joven debe ocultarse para evitar sospechas sobre la participación en el ataque. Por otro lado, se puede ver la fragilidad de esta relación y la situación que enfrentan estos personajes dentro de la sociedad chilena en el contexto de la dictadura. Tanto Carlos como la Loca eran agentes contrarios al gobierno de facto y podían resultar reprimidos, por sus pensamientos político-ideológicos y su orientación sexual y expresión de género, respectivamente. Esto generaba que sus vidas fueran muy secretas y que estuvieran siempre muy expuestos al riesgo de ser descubiertos. Así, su relación se encontraba siempre al borde de romperse, alimentando su lucha de resistencia en contra de la marginalización. 

Como último argumento, el nombre elegido para referirse al protagonista (Loca del Frente), también podría aludir a esta relación (entre la Loca y Carlos) o a la dualidad entre la resistencia y marginalización del protagonista, pues la palabra Loca es utilizada con un fin específico: “Lemebel articula a “la Loca” como una parodia del homosexual erigido y finalmente aceptado por la masculinidad hegemónica, exacerbado. “La Loca” simboliza la posibilidad de asumirse y pensarse desde la diferencia en el marco de un sistema que impone y obliga a identificarse con modelos convencionales y, en definitiva, hegemónicos.”1 Y por otro lado, la Loca del “Frente” haciendo referencia al nombre del grupo revolucionario Frente Patriótico Manuel Rodríguez, mostrando que la protagonista es parte de este movimiento de manera simbólica. 

En conclusión, la Loca muestra su diferencia y expresa la marginalización en forma de resistencia o revolución hacia la sociedad heteronormativa, que estereotipa constantemente a los géneros binarios. Y es aquí donde se ve la principal representación de la resistencia y la marginalización. Aquella persona que es marginada, se reprime y no expresa su identidad que no es aceptada social y/o políticamente. Sin embargo, se puede revertir esta realidad, y de la misma manera que hace el protagonista, se puede empoderar de su diferencia y su consecuente discriminación y la usa como su arma revolucionaria que lucha contra la sociedad y los grupos de poder. 



 1 Tocornal Orostegui, C. (2007). Una mirada a «la loca» de Pedro Lemebel: de figura privilegiada a figura paradigmática . repositorio.uchile.cl. http://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/109011/tocornal_c.pdf?sequence=3&isAllowed=y

Biblioteca Nacional Digital de Chile. (2018). Pedro Lemebel (1952–2015). memoriachilena. http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-printer-3651.html 






El poder del diálogo y Pedro y el Capitán

por Matilde Vergara


Pedro y el Capitán es una obra de teatro de Mario Benedetti, publicada en 1979, la cual consta de cuatro actos que presentan distintas conversaciones entre un torturado, Pedro, y su torturador, el Capitán.

En este comentario quiero reflexionar sobre el poder que la obra le da al diálogo entre los personajes y la que le da al diálogo sobre la dictadura militar a la que se hace referencia.

Antes de analizar el diálogo, me centraré en ciertos elementos de la obra que dieron base a esta idea. En una entrevista, Mario Benedetti comentó que tenía planeado escribir este texto como una novela llamada El cepo, pero que esta fue cambiando hasta convertirse en lo que es hoy día (Benedetti, 1979, p.7). Considero que esta transición de género literario de novela a obra de teatro es favorable, ya que fuerza al lector o al espectador, a centrarse en el diálogo entre los personajes, ya que lo convierte en el foco de atención. Otro aspecto por destacar de esta entrevista es el nombre original o planeado de la obra. El cepo es un método de tortura medieval, el cual tiene tres orificios donde se colocan las muñecas y el cuello del torturado. Lo interesante del uso de este artefacto como título es que justamente el torturado puede seguir usando su voz mientras esté colocado en él. Dando así a entender que el arma o la facultad que no le van a quitar a Pedro a lo largo de la obra son las palabras, al menos en las instancias de las que somos testigos. Otro elemento presente que apunta a esto son los amarres y la capucha con los que Pedro llega a cada conversación, los cuales lo restringirán físicamente, pero que dejarán su voz libre.

Este último aspecto nos lleva al segundo punto, que se refiere a una de las formas en que Benedetti sitúa el poder y lucha de Pedro en su diálogo al hacer que este use su facultad de hablar para negarse a darle al Capitán lo que quiere. Esta continua negativa de Pedro, con la que cada acto termina, significa además negarle poder sobre su persona y valores y, más adelante, la reversión de roles – o, mejor dicho, el intercambio de poder -, la cual terminará con la salvación, si bien no de Pedro, de sus compañeros y familia, a la vez que la perdición del Capitán.

Esta reversión es gracias al diálogo que Benedetti usa como centro de su obra, ya que es a través de las conversaciones, preguntas y negativas que Pedro formula, que es capaz de no entregar poder al Capitán y hasta conseguir poder sobre él. Esto es demostrado en momentos clave del diálogo, todos expresados verbalmente por los protagonistas, tales como el Capitán sometiendo poder y control al permitir ser tuteado y al tratar de usted a Pedro, cuando Pedro consigue poder al preguntar por la familia del Capitán y hacer que pierda control y al lograr que el Capitán reflexione de sus valores morales y lugar en la dictadura, arrebatándole la sanidad que los torturadores físicos le han arrebatado a él.

Algo interesante que resulta de este intercambio de poder es como también hay una reversión en el intercambio de información, ya que, si nos fijamos, el Capitán habla más que Pedro y confiesa cómo se siente con su familia al llegar a casa, cómo llegó a ser lo que es hoy día, cómo necesita de la información que tiene Pedro, no por el régimen, sino por su propia moralidad acomodaticia. Obviamente, esto se conecta con la intención de Benedetti de explorar la mentalidad y psicología de un torturador, pero lo que me parece importante a destacar es que estas verdades y reflexiones son conseguidas mediante una conversación con otro personaje, más encima su torturado, y no mediante un narrador omnisciente, un monólogo interior o un narrador protagonista.

Para terminar, opino que esto tiene que ver en parte con esta misma intención de Benedetti, ya que él no solo quería explorar esta psicología, sino comunicarla y hacer que el mismo protagonista de tantas torturas, miedo y sufrimiento confesara sus miedos y atrocidades a la sociedad dañada y marcada por el régimen del que formaba parte. Es un diálogo con el lector, un diálogo entre la historia y el presente, el cual le da la importancia apropiada a nuestro pasado y a dialogar sobre él. Sin excusarlo, pero entendiéndolo para así, como Pedro, conseguir poder sobre esas personas.



Bibliografía

Benedetti, M. (1979). Pedro y el Capitán. Buenos Aires: Ediciones La Cueva.


martes, 21 de septiembre de 2021

El espacio y la visibilidad del arte marginado en Chile

 


por Violeta González Murúa

Mi amiga Gladys”, el libro póstumo de Lemebel sobre su intensa amistad con  la ex secretaria general del PC - El Mostrador



Hay expresiones artísticas cuyo tiempo de desarrollo no ha sido el correcto para darles el reconocimiento que merecen. A raíz de la lectura de Tengo miedo torero se descubre al gran artista Pedro Lemebel quién fue mucho más que un escritor. Su arte vanguardista y rupturista lo llevó a no poder experimentar el reconocimiento de manera simultánea a su proceso creativo. 

Pedro Lemebel nace a la orilla del Zanjón de la Aguada en Santiago, descrito por él mismo como “(...) el desaguadero de los excesos de esta ciudad. Es un paralelo del Río Mapocho, pero más oculto; representa la evacuación de los proyectos sociales y políticos perdidos.”(Lemebel, 2014)1 Inscrito en esta marginalidad Pedro Lemebel era homosexual, o como él se reconocía “Loca de intemperie”. Es desde este lugar de marginalidad sexual y social, que Lemebel abre la posibilidad de analizar la realidad del arte chileno que ha debido enfrentar situaciones similares en su lucha por existir y ser reconocido. En este sentido, se vuelve interesante analizar dónde encuentra espacio el arte marginado en nuestro país. 


Considero en primer lugar interesante abordar el espacio del arte marginado desde la perspectiva de la temporalidad. Pareciera que la disidencia no encuentra espacio en la escena del arte del presente chileno, o por lo menos no a nivel masivo. En general uno escucha en el día a día el comentario “estaba muy adelantado para su época” al hablar de artistas que crean arte desde la marginalidad, siendo valorados la mayoría de las veces en tiempo futuro, o incluso una vez muertos. Otro caso común es la valoración de artistas disidentes en otros países en primera instancia. Gabriela Mistral es un claro ejemplo de aquello. Ella tuvo que ser reconocida en primer lugar en Francia y tener un Nobel de Literatura, para que luego en Chile se le reconociera y se le otorgara el galardón del Premio Nacional de Literatura en 1951, 6 años antes de su muerte. Es un fenómeno triste chileno el no saber leer todas las aristas o versiones del presente artístico y eso se evidencia con el arte de Pedro Lemebel. El no ser validado en tiempo presente en el auge de tu trabajo artístico, simplemente por tu orientación sexual, género, estatus social o tus raíces indígenas es duro y requiere de un amor por el arte y perseverancia importante. Se vuelve resistencia. “No puedo evitar mezclar lo literario con lo social.”(Lemebel, 2015)2

“No soy un marica disfrazado de poeta 

No necesito disfraz

Aquí está mi cara

Hablo por mi diferencia

Defiendo lo que soy

y no soy tan raro

Me apesta la injusticia

y sospecho de esta cueca democrática

Pero no me hable del proletariado

Porque ser pobre y maricón es peor

Hay que ser ácido para soportarlo” (Lemebel, 1997)3


Me gusta hablar de la valoración masiva, porque el arte marginal encuentra espacio físico en el momento de su desarrollo, pero lo hace, en la mayoría de los casos, exclusivamente en la disidencia y ese aspecto es importante de destacar. Para las personas que se desenvuelven en un contexto social marginal o disidente, aquel tipo de arte ocupa un espacio en su realidad y vive en su conciencia, pero pareciera no trascender más allá en relación al resto de la sociedad. 

Sumado a lo anterior, un aspecto que se ve reflejado en la obra de Pedro Lemebel, es la empatía entre seres de lucha por la disidencia. Es posible afirmar, que si uno lucha por su propia diferencia, se hace sensible a la lucha del otro, porque sabe lo difícil que es ser marginado. Precisamente ese fenómeno entre minorías se ve representado en la protagonista de Tengo miedo torero, “la loca''.  Se vuelve interesante como el artista incluye a todo un sector social, al no ponerle un nombre a la protagonista, sólo llamándola así. Aquello incrementa la representatividad. Lemebel es la loca, como también miles de personas pueden serlo. 


“Tomo prestada una voz, pero también soy yo: un pobre, homosexual, tengo devenir de mujer y lo dejo transitar en mi escritura. Le doy el espacio que le niega la sociedad, sobretodo a los personajes mas estigmatizados de la homosexualidad, como los travestis.”(Lemebel, 1987) 4


Y de esa última frase, se desprende otro aspecto interesante del arte marginado. Las minorías encuentran precisamente en este tipo de arte validación también. Se da una correlación bastante interesante en ese sentido, la disidencia le da espacio al arte marginado, pero en este mismo, ellos también encuentran un espacio. Se trata de un enlace marcado por representatividad recíproca entre la audiencia disidente y el arte marginado.


Finalmente, me gustaría recalcar que la reflexión que se genera a partir de la obra de Lemebel, enriquece nuestra visión del presente y nos invita a valorar el arte que por razones coyunturales termina siendo marginado. Por la misma razón invito a todo el que esté leyendo este comentario, a valorar y buscar el arte marginado en tiempo presente, a darle un espacio en el contexto actual chileno. No como obra de caridad. Las minorías tienen que hablar por sí mismas y la invitación es a escucharlas. Ese arte podría ser proveniente de un inmigrante, que son tan despreciados socialmente, de personas con capacidades diferentes, de indígenas, de las diversidades sexuales, de gente que ha pasado por la cárcel, de cualquier minoría existente. Marginar la visión de algunos, de manera voluntaria o involuntaria, lo único que genera es sesgo. La reducción de una persona por su condición es el más triste fenómeno de la sociedad actual. 


Para concluir, me gustaría invitarles a conocer el gran trabajo de dos artistas, que tratan en su obra el tema de la marginalidad, las minorías y la disidencia. 

Paz Errázuriz, fotógrafa chilena. Recomiendo en especial la obra El trabajo del alma, junto a Diamela Eltit.  http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-93633.html

Bernardo Oyarzún, artista visual mapuche. Recomiendo toda su obra, pero en especial Bajo Sospecha parte 1: El Delincuente por el (d)efecto, 1998. https://www.artistasvisualeschilenos.cl/658/w3-article-39657.html





Bibliografía

  1. Lemebel, P. (2014, Agosto 2). Conversaciones por chat [Revista Paula nr. 1153]. Catalina Mena.


  1. Lemebel, P. (2015, Enero 26). Entrevista inédita con Pedro Lemebel (1952-2015) [Aristegui Noticias]. Héctor González.


  1. Lemebel, P. (1997, septiembre). Manifiesto (hablo por mi diferencia) [Intervención en un acto político]. Santiago, Chile.


  1. Lemebel, P. (1987, Septiembre 21). Es necesario liberar algunas perversiones [La Tercera]. Andrés Gómez.


[Todos los extractos de entrevistas fueron encontrados en el libro No tengo amigos, tengo amores (extractos de entrevistas, Pedro Lemebel) de la editorial Alquimia Ediciones -segunda edición-, publicado en 2019]


lunes, 20 de septiembre de 2021

Una obra que une a jóvenes de diferentes épocas, “Tengo miedo Torero”

 por Josefa Rojas



La obra de Pedro Lemebel “Tengo miedo Torero” (2001) además de estar contextualizada en la dictadura, un escenario particular de la historia de Chile, toca temas que son transversales a la juventud de hoy, como; la marginalidad, la diversidad sexual, el amor, la violencia, etc. Dónde, con un lenguaje coloquial y hasta grotesco, hace que el lector sienta y perciba con cierta cercanía la represión que existía en esa época y cómo la van viviendo cada uno de los personajes. Esto hace que el arte que implica este texto no solo sea comprensible para una persona que vivió en este periodo histórico, sino más bien, que cualquiera se sienta conmovido, logrando sentirse identificado con muchos aspectos de la historia, siendo así un texto que trasciende en el tiempo como un ícono de todas las personas que en algún momento se sintieron marginadas o privadas de su libertad, siendo esto por causas personales o por causas políticas que genera un gobierno.


La literatura como el arte de la expresión verbal, es una forma artística que ha sido fundamental en la historia para poder mostrar, evidenciar y romantizar de alguna forma hechos puntuales históricos o periodos completos históricos de diferentes épocas alrededor del mundo, dándoles sentimiento, personajes, contexto social, una trama y más, dándonos una herramienta a nosotros como lectores, para revivir estos momentos de una forma completamente distinta a leer un hecho como noticia generando que sintamos la historia de una forma más profunda. Es así como Lemebel logra crear a partir de un hecho histórico, el atentado contra la vida del presidente de Chile de esa época, una montaña rusa con todos los sentimientos y decisiones que va tomando La loca del frente sobre su relación con Carlos y por otro lado, lo que se ve por lo que narra de la primera dama y el presidente. Eso permite que al leerlo tanto jóvenes como adultos logren conectarse con este lado romántico y al mismo tiempo misterioso de la obra, sexualmente sin censura, además de  también lograr sentir cómo era vivir en la represión de esa época. 


Como otro punto importante a destacar dentro la obra, Pedro Lemebel ocupa un estilo literario que es audaz en el lenguaje, lo cual lo hace más cercano a los jóvenes, ocupando una comunicación coloquial y tomando el habla popular, que aunque a veces pareciera un tanto burda, llega de una forma distinta a lo que comúnmente estamos acostumbrados a leer en las obras o textos más tradicionales. Particularmente al ser un autor chileno que escribe en la jerga que habitualmente nosotros usamos, le da fluidez y un aspecto cómico a la persona que lo lee, haciéndolo más entretenido e inusual.


Por otro lado, el contexto político que se vivía en Chile en esos momentos todavía es un tema que está poco resuelto en la historia que escuchamos comúnmente. Si bien, se muestra una historia formal, el discurso no está tan claro ni unificado, hay diferentes posturas e interpretaciones que hacen que los jóvenes miremos ese periodo de Chile de manera un tanto ambigua. Menos aún se ha expresado abiertamente cómo la represión social y política afectó a las minorías sexuales y cuántas de sus víctimas tuvieron un trato aún más humillante. Hoy en día la sexualidad y el género es un gran tema para los adultos jóvenes y adolescentes y se ve a diario en la lucha contra los derechos y la igualdad de todas las personas sin importar sus orientaciones. Este libro es una excelente forma de tambíen lograr ver todo el cambio que se ha logrado en el país y en el mundo sobre cómo se tratan a los homosexuales y lo despectivo que llegaba a ser el trato hacia ellos, por lo que genera conciencia y esperanza sobre el desarrollo de la inclusividad en nuestra sociedad.


Es muy interesante cómo Lemebel en su obra “Tengo Miedo Torero”, a partir del relato y vivencias de la Loca del frente lleva al lector a comprender y sentir todo lo que compone el contexto de este personaje, desde su infancia, sus sentimientos, su marginalidad social y política, ayudándonos a ver cómo fue esa época en Chile y todo lo que implicaba. Logramos generar una conexión con lo que tenemos en común con la Loca del frente, tanto como fue marginada, como siente y como se expresa, como cuando después de darse cuenta sobre todo lo que pasaba su país y todas las injusticias que muchas veces pasaba por alto generó una conciencia sobre la importancia de expresarse.



Fuentes: 

https://palabrapublica.uchile.cl/2019/05/14/lemebel-el-escritor


Fiestas Patrias y el “ser” chileno hoy: ¿un nuevo sentido?

 por Victoria Maldonado U.


Septiembre para un gran número de personas significa “Fiestas Patrias”, o esos días de vacaciones que se usan para ir a visitar a la familia, hacer un asado, ir a una fonda, y alabar una bandera como si no hubiera un mañana. En pocas palabras; el chileno se acuerda de que es chileno y se siente orgulloso del país en estas fechas, por lo que me pregunto: ¿Qué nos hace a nosotros chilenos? ¿Cuál es esa identidad nacional? Y más importantemente, ¿incluye esta identidad nacional a los desplazados o ignorados por la dictadura ocurrida en este país? ¿Será que estos marginados son la vía para redefinir el nuevo Chile?



Domínguez define cultura como “mantener y continuar la reproducción de los patrones de valores, símbolos, memorias, mitos y tradiciones que componen la distinción entre el patrimonio de las naciones y la identificación de los individuos con ese particular patrimonio y esos valores, símbolos, memorias, mitos y tradiciones.” Es decir, queriéndolo o no, la identidad de Chile es y seguirá siendo marcada por el periodo de 1973-1990. Y éste comprende discriminación, clasismo, adversidad a la ideología de izquierda, a los pobres, a las diversidades sexuales, a los pueblos originarios, entre otros. 


Alguien que, paradójicamente, encuentro que define la identidad chilena desde la marginalidad que sufrió fue Pedro Lemebel (1952-2015), artista, cronista y autor de obras que nos acercan a la vida en dictadura. Él habla desde la discriminación, no sólo siendo de izquierda (y discriminado por los comunistas), sino que (como él se autodefine) siendo “pobre y maricón”. Una obra icónica (y la más famosa) suya es “Tengo miedo torero”, que narra la relación prohibida en pleno año 1986 entre La Loca del Frente (un homosexual travesti) y Carlos (un revolucionario del FPMR). Podemos ver dentro del propio discurso de la Loca cómo se les refería a los homosexuales en su época “mariposuelo”, “maricón” o “brócoli mariflor”, y cómo ella ya lo tenía internalizado al nivel de que fuera parte de su identidad.  


Estos relatos y otros explican mucho más que la exclusión y la dictadura; es la memoria, es el entendimiento por parte de muchos que no lo vivieron. Más allá de su terrible final, el motivo de la obra nos deja pensando, nos deja con la fantasía de un amor que por culpa de otros llegó a su fin. 


Por lo tanto, encuentro muy singular el fenómeno que yo lo relacione al nuevo perfil chileno, siendo que en una entrevista hecha al autor en 2005 sobre las fiestas patrias, él dijo: “Si bien es cierto yo no tengo mucho que ver con los nacionalismos. La bandera dejó de emocionarme en la dictadura, lo mismo la canción nacional. No tengo nada que ver con eso, pero sí me gusta ver a la gente pobre y sencilla feliz. Porque este país ha sufrido mucho. En ese sentido esta fiesta me causa ese placer.


Y esto me lleva al fenómeno del desplazado chileno: ¿Será que éste, después de tantos años sufriendo en silencio, decidió mostrar sus verdaderas luchas en aquel Octubre de 2019?

Puede ser que el chileno promedio (marginado o no) intente mostrar una faceta de ellos que los hace “chilenos” (o mejor dicho, que calza con los estándares), pero al momento de terminar estas fechas, él vuelve al sufrimiento, a la realidad. Se termina internalizando la idea de que son pocos los que viven así, o son sólo los cercanos, o sólo el barrio en el que se vive, pero el estallido social llega a cambiar los paradigmas y muestra que esos colores lemebelistas no son tan exóticos como parecen. La gente sigue viviendo bajo la sombra de la dictadura, sin poder acceder a una salud de calidad, sin que algunos cuantos de los nuestros puedan ser reconocidos como familia sólo por amar a otro que no se puede. Pero hace dos años sin duda resurgió una esperanza para un gran porcentaje de la población, y esa esperanza se tradujo en la posibilidad de hacer una nueva Constitución; una inclusiva, paritaria, plurinacional, y con un Estado social de derechos. En pocas palabras, una constitución para todos los chilenos (incluyendo por primera vez a aquellos que el Régimen Militar intentó rechazar), una que sanaría el corazón de muchos que sufrieron principalmente durante esos 17 años.



Más allá del futuro incierto de esta convención constituyente y del borrador de la constitución que puede ser aprobada o no, se sabe que el chileno no volverá a ser igual. La política será más versátil y se harán cambios, porque el ciudadano ya sabe de su poder, y no podrá ser callado.



Eso es todo lo que Pedro Lemebel hubiera querido: voz para los silenciados.

 



 


Referencias:

Lemebel, P. (2001). Tengo miedo torero (7.a ed.). Seix Barral.


Domínguez. (s. f.). ¿Qué es la cultura? Catálogo de tesis digitales, UDLAP. Recuperado mayo de 2019, de http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lri/dominguez_g_jl/capitulo1.pdf


Monsalve, A. (2016, 18 septiembre). Esto fue lo que dijo Pedro Lemebel sobre las Fiestas Patrias: su corazón latía por un país sin bandera. El Ciudadano. https://www.elciudadano.com/artes/asassaesto-fue-lo-que-dijo-pedro-lemebel-sobre-las-fiestas-patrias-su-corazon-latia-por-un-pais-sin-bandera/09/18/


Leigthon, D. (2020, 17 septiembre). “Musa Mosaico” sobre destrucción de retrato de Pedro Lemebel: “Son personajes que le pertenecen al pueblo y están en el corazón de la gente no se extinguen con estas acciones”. sourmagazine.cl. https://sourmagazine.cl/2020/09/17/musa-mosaico-sobre-destruccion-de-retrato-de-pedro-lemebel-son-personajes-que-le-pertenecen-al-pueblo-y-estan-en-el-corazon-de-la-gente-no-se-extinguen-con-estas-acciones/



viernes, 10 de septiembre de 2021

"Pedro y el Capitán" y la psicología de los actores de la política del terror

por Isidora González 



Fue en 1979, año previo al comienzo de la lenta apertura política en Uruguay, cuando la obra dramática “Pedro y el Capitán” fue publicada en México. Mario Benedetti, aclamado autor uruguayo, se atreve, sin pelos en la boca, a retratar la cruda realidad que sufren muchos durante la dictadura: la tortura. Si bien, muchos autores latinoamericanos han desarrollado una infinidad de textos acerca del mismo tema, Benedetti recurre al género dramático para poder impactar a la audiencia de una manera muy eficiente. Esto recae en el hecho de que la trama de la producción, una simple conversación entre dos hombres en un contexto insólito, da paso a que la presencia de la tortura sea indirecta, logrando así que el espectador juzgue agudamente el proceso de degradación del ser humano. El mensaje se entrega sin desvíos y manteniendo en todo momento la atención del público.

Ciertamente el autor tiene un objetivo claro: indagar la psicología de un torturador y un torturado, asimismo la naturaleza de las distintas vivencias y/o conductas que causan la transformación de un individuo a un torturador. 

Por un lado la política y la psicología van codo a codo en el dilema de la creación del torturador. La política del terror se plantea e impregna en la sangre del individuo una vez dominada su humanidad y su criterio. Cuando la valoración de uno mismo se reduce a no mancharse las manos, a ser el policía “bueno”. Esta situación se ve directamente en la persona del Capitán. No presenta convicciones establecidas, ni orientación política. Se deja ocupar como otra pieza en el ajedrez de la dictadura, donde se apropia de este deber divino que se le es dictado: hacer hablar al encarcelado. “Porque sólo así me sentiré bien ante mi mujer y mis hijos. Sólo me sentiré bien si cumplo mi función, si alcanzo mi objetivo.  Porque de lo contrario seré efectivamente un cruel (...)” (Benedetti, 1979, p.46). Solo por este medio, ningún otro, salva a su persona y puede considerarse como tal, así es como él logrará distanciarse del placer inhumano que le genera el pesar del otro: “Yo no soy un monstruo insensible, no lo soy todavía.” (Benedetti, 1979, p. 65).


Por otro lado se identifica un juego de palabras y conceptos que determina la relación que se establece entre el Capitán y Pedro. Este último se da cuenta de la potencia que tiene su palabra en la descomposición de la persona del Capitán y cómo la reflexión y el autoanálisis que hace
atenta contra la determinación de su torturador. Esto se ve, en primer lugar, en la insistente negativa de Pedro durante los cuatro actos que progresivamente va deteriorando, literalmente, al Capitán: “El CAPITÁN está en el sillón, meciéndose como ensimismado. Ha perdido la compostura (...)” (Benedetti, 1979, p. 49). 

El poder de la palabra reside en la intimidad que propaga. Esta desarticula la deshumanización por la que pasó Pedro, cediendo paso a la fragilidad humana del Capitán. De este modo, este personaje utiliza como último recurso, antes de caer completamente en la emocionalidad, el nombre “real” de Pedro. A pesar de la importancia que tienen los nombres y los apodos para el Capitán, Pedro no se conmociona ni un poco, dada su fuerte composición identitaria a diferencia de la del torturador. 

Existe una fuerte denuncia por parte del encarcelado hacia el comportamiento del torturador. No solo lo trata de “tú”, arrebatándole la autoridad que le “corresponde por defecto”, sino también manipula emocionalmente al Capitán reduciéndolo a un miserable hombre destinado a la soledad: “También estoy dispuesto ayudar a que Inés te quiera (...) Porque no sabe exactamente en qué consiste tu trabajo” 

CAPITÁN: Quizá se lo imagine 

PEDRO: No.  No se lo imagina.  Si lo imaginara, ya te habría dejado. (...) Y también quiero ayudarte a que tus hijos (el casalito) no te odien.

CAPITÁN: Mis hijos no me odian 

PEDRO: Todavía no, claro. Pero ya te odiarán. (...)

Es lógico. Y a partir de esa revelación, empezarán a odiarte. Y nunca te perdonarán. Nunca los recuperarás.” (Benedetti, 1979, p.77-79). Mediante este muñequeo Pedro termina reivindicando su legitimidad como individuo, desata mente de cuerpo y se libra de la tortura.


Para finalizar, encuentro necesario valorar el gran trabajo que hizo Benedetti con esta obra. No cualquiera es capaz de permitirle a una persona adentrarse, en cuerpo y alma, a una situación tan abominable como esta, sentirla así de cerca. Él consiguió describir lo indescriptible, explicar lo inexplicable, y para alguien como yo, quien tuvo la suerte de no experimentar las manías de una dictadura, es realmente valiosa la perspectiva que nos entrega a través de “Pedro y el Capitán”.




Fuentes: Benedetti, M., (1979). Pedro y el Capitán. México, Editorial Nueva Imagen.



jueves, 9 de septiembre de 2021

Tengo miedo torero: Recortes de lo que pudo haber sido

por Amalia Barros

Lo que ocurrió el 7 de septiembre de 1986 no es un misterio para nadie, pero aparte del resultado del atentado, no sabemos mucho más. Como buscando esclarecer un pasado incierto, Lemebel nos sitúa en lo que pudo haber sido este contexto y nos adentra en la intimidad de dos personajes opuestos; un travesti enamorado; La Loca del frente, y el dictador Augusto Pinochet.

Con una pluma aguda e irónica, Lemebel va tejiendo esta historia no oficial, esta historia íntima y no contada. Para esto utiliza la lengua marucha, un lenguaje propio que le permite abarcar de lleno la experiencia de amar a un hombre siendo hombre, expresar esa sensibilidad. La lengua marucha nos sitúa en la marginalidad del protagonista y nos ayuda a comprenderla mejor. Con palabras de uso tradicionalmente peyorativo hacia los homosexuales como maricón y cola, la Loca del Frente se adueña de su marginalidad y se instala desde ésta; desplazando así la heteronormatividad y creando nuevos territorios de la palabra.

Otro recurso que consigue que este relato sea intimista es la superposición de distintos tipos de discursos, como letras de boleros y bandas radiales. “Entonces ellos le cortaban la inspiración cambiando el dial, sintonizando ese horror de noticias. COOPERATIVA ESTÁ LLAMANDO: VIOLENTOS INCIDENTES Y BARRICADAS SE REGISTRAN EN ESTE MOMENTO EN LA ALAMEDA BERNARDO O´HIGGINS.” (Lemebel, 2001, página 14). El hecho de que repentinamente nos encontremos con un noticiero de la Radio Cooperativa, nos devuelve al contexto “real” del relato y le da credibilidad. Además, deja entrever un poco la cotidianidad de la Loca del Frente, nos permite escabullirnos en su casa, en su cocina y escuchar las cosas que solo ella escucha. A medida que avanza la novela, sutil y delicadamente Lemebel hace que nos demos cuenta del cambio de actitud de la protagonista frente a la contingencia política: ya no le molesta escuchar la Radio Cooperativa, incluso lo encuentra interesante. 

Las letras de boleros, por otra parte, le dan el toque cursi y recargado característico de Lemebel. Es como si escucháramos permanente a la Loca del Frente tararear sus canciones favoritas. Esto lo hace todo mucho más vívido y nos ayuda a sentirnos próximos a los personajes y al entorno.  Otra cosa que me llamó la atención es cómo el autor les otorga una carga política a estas aparentemente inocentes canciones de amor, politizando así lo kitsch de la cultura popular “(..) y como dice Carlos: Todos los seres humanos somos iguales y merecemos respeto. Y apretando el paquete del mantel bajo el brazo, sintió nuevamente y por segunda vez en ese día una oleada de dignidad que la hacía levantar la cabeza, y mirarlo todo al mismo nivel de sus murciélagos ojos. Por eso fue/ que me viste tan tranquila/ caminar serenamente/ bajo un cielo más que azul.” (Lemebel, 2001, página 66). Un poco antes de este fragmento, nuestra protagonista dejaba plantada a la señora Catita y no le entregaba el mantel que le había encargado. Con gran maestría, Lemebel politiza y le da sentido a esta acción aparentemente insignificante. No, no solo era la señora Catita, era la señora Catita, esposa de un general. Y no, no era un mantel cualquiera, era el mantel que usarían en el aniversario del 11 de septiembre. Como mencioné anteriormente, es a través de estos distintos tipos de discursos presentes en el relato que podemos ver cómo aflora la conciencia política de la Loca. Fue esta oleada de dignidad que sintió cuando no entregó el mantel lo que hizo que caminara serenamente “bajo un cielo más que azul”.

Por último, me gustaría adentrarme en el uso de la voz ventrílocua. Este tejido de voces no solo nos otorga múltiples perspectivas de la historia, sino que también penetra profundamente en la psiquis y emocionalidad de los personajes, particularmente en las de Loca del Frente y del dictador Augusto Pinochet (a continuación me centraré en este último). Al asumir la voz del dictador, la voz ventrílocua expone “las contradicciones entre el poder y la intimidad de quienes lo detentan” (López, 2005, Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel: ruptura y testimonio). Destapa la el día a día de Augusto Pinochet, que en la intimidad de su casa no es el sangriento dictador, sino que es un hombre cobarde y empequeñecido que no es capaz de hacerle frente a su mujer. La voz ventrílocua se transforma en una voz impertinente que se inmiscuye en los temores y angustias más íntimas del dictador, como el día del atentado y cuando nadie fue a su cumpleaños número diez. A lo largo de la novela, Lemebel logra que la voz de “Augustito” y de la Loca se mezclen y cuenten una historia, sin dejar de lado la individualidad y particularidad de cada una. 

En definitiva, recomiendo esta novela a todo aquel que disfrute de una historia bien contada y que se atreva a imaginar lo que pudo haber sido.

 

Fuentes

López, Berta (2005) Tengo miedo torero, de Pedro Lemebel: ruptura y testimonio

 


  Desconocerse para conocerse mediante la escritura Y a veces, al escribir, limpiamos todo, como si de ese modo avanzáramos hacia algún lado...